14 de octubre de 1971. Llegó la hora de irnos a Honk Kong... El vuelo perfecto, aunque el avión nos pareció (comentábamos), una avioneta en comparación al Jumbo 747 de Pan Am, aviones que necesitan enormes pistas de aterrizaje, ese será uno de los avances tecnológicos que nos espera en la historia.
Llegamos a Hong Kong bastante temprano y como al llegar a Tokio se nos adelantó un día en el itinerario, cosa que no supieron calcular en Caracas al hacer las reservaciones. teníamos la reserva en el Mandarín, el mejor hotel de Hong Kong, para el día siguiente.
Mientras tanto nos mandaron en un taxi, para un hotelito llamado Singapur y pasamos allí lo que quedaba del día y la noche. Ya que en Hong kong, es muy difícil conseguir hotel sin reservarlo previamente. En el trayecto de un hotel a otro, perdí mi monedero con 145$ en efectivo, más las tarjetas de crédito, la cédula y demás documentos... La dejé en el carro, cuando busqué monedas para completar el pago del taxi... Inmediatamente llamamos al Mandarín para reportar la pérdida.
Al día siguiente , ya cuando nos mudamos, el portero del hotel. Un indú altísimo, vestido con su turbante blanco y el traje típico de la India, un caftán rojo. Nos dijo, -No se preocupen, el taxista no se ha presentado, pero yo lo conozco, y la cantidad de dinero que usted dice, no es suficiente como para que no vuelva y pierda su trabajo. Aunque el tipo se tardó unos días en regresar, todavía estábamos... Y el portero lo hizo devolverme la cartera... Le regalé 20$ y me besó los pies (¡que asco!) , me sentí malísimo por lo servil y repugnante de su reacción.
Hong Kong, es una ciudad llena de contrastes, entre la parte inglesa hasta Kowloon donde se encuentra la parte comunista y los Nuevos Territorios... El Gran Banco de China y la Gran Tienda de Mao. Todo es GRANDE aquí. En esa tienda, la imagen de Mao se encuentra por todas partes... Me compré un libro rojo editado en español y otro para mi hermano Gilberto, además de muchas cosas baratísimas, que nos vendió el chinito uniformado, todos van vestidos de azul, con sus trajes de cuello Mao, _como nos decía en español. Había estado en Cuba y decía :_MOLOS Y CLISTIANOS... Nosotlos llevamos la foto de MAO EN NUESTLOS BOLSILLOS. ¡ Todos lo venelamos! Y a los que no, se les impone.
Mao es un Dios vivo, que no permite que los pobres sean demasiado pobres y los ricos demasiado ricos. Un empleado medio en Hong Kong, gana, 15 hong kong dollar, la mitad del dollar o sea 7 dólares y cincuenta centavos, una miseria. Según nos cuenta el taxista que nos llevó a los Nuevos Territorios y Kowloon, tienen que pagarse el médico y las escuelas.
Los ingleses al parecer han sido unos explotadores. Y los chinos que no mendigan y se han quedado del lado inglés, viven asinados, fumando opio y toda clase de drogas, que consiguen fácilmente. Según él, los propios policías se las suministran.
Abunda la miseria y la prostitución en el lado de Hong Kong. Es impresionante ver como las niñas, que no sobrepasan los doce años, andan con los viejos de rostros grises y aceitunados por el consumo del opio. Se les forma una aureola morada alrededor del rostro y son grasientos. Estos detalles los veníamos notando en los rostros de los hombres que se pasean por la bahía buscando las prostitutas. Con el chofer del taxi, pudimos conocer esta parte de la ciudad. La parte dura y fea. La gente, a pesar de estar rodeados de prostitución y miseria, son amables y se ríen.
Aunque paseando por el mercado, yo le tomé una foto, a un chino que estaba lanzado en un futton en el piso, fumando su opio, con los ojos cerrados y la droga saliédosele por la boca. Se veía con una trona enorme. Cuando se dio cuenta de que lo había fotografiado, se enfureció y arremetió contra nosotros. Salimos corriendo escaleras abajo. El mercado se encuentra en lo alto de una colina, en la calle del centro. Bajamos rápidamente hasta que Diego, al ver que no podía correr más. Se quedó parado, con el bastón en alto, amenazante. Lo que atemorizó al chino drogo. Y nos dejó tranquilos... ¡Qué susto!.
Apenas pudimos bajar, nos fuímos a la zona donde viven los ingleses. ¡Bellísima!, desde La Colina de la Reina Victoria con su funicular y los campos de cricket alrededor de las avenidas verdecitos, las mansiones entre los cerros, cada una más linda que la otra, hasta Stanford, la playa aristocrática, con sus mercados de sedas y sus restaurantes de lujo. ¡SUPER ELEGANTE! Lo que resalta aún más el contraste entre Kowloon y Hong Kong, divididos por la imponente Bahía...
En el hotel: El Mandarín, el mejor hotel de todo Hong Kong, el lujo es Asiático, las sábanas son de lino, la bañera y los baños con las tuberias de oro 24 kilates, dicen. Las habitaciones con alfombras persas y muebles ingleses, en fin, un lujo apoteósico.
En el restaurant, vimos al actor Rex Harrison, nos lo tropezamos tanto, que me dio pena pedirle un autógrafo... lo saludamos todo el tiempo, que boba soy.
Mañana salímos para Bangkok, un nuevo capítulo en nuestro meteórico viaje. Gilberto me compró el anillo de los tres aros de oro, en la tienda Cartier, por 150$. Una belleza y muy pesado, estoy feliz. Diego le compró a Beatríz el de los siete, el otro modelo. Además, Gilberto se compró el último modelo de las cámaras Nikon, por sólo 100$ con todo y lentes y además un zoom.
Ya tenemos las maletas listas, las que trajimos desde Caracas y el closet de cuero que se compró para llevar sus fluxes. Se los hicieron a la medida en tiempo récord y las camisas de seda y de algodón suizo, con las telas de más de los mil hilos, en fin unas finuras!
Espero que Thailandia nos guste tanto como esta pequeña pero cosmopolita e inolvidable ciudad. Siento que viviría feliz aquí , también en San francisco. Quiero volver.
Continuará...
Llegamos a Hong Kong bastante temprano y como al llegar a Tokio se nos adelantó un día en el itinerario, cosa que no supieron calcular en Caracas al hacer las reservaciones. teníamos la reserva en el Mandarín, el mejor hotel de Hong Kong, para el día siguiente.
Mientras tanto nos mandaron en un taxi, para un hotelito llamado Singapur y pasamos allí lo que quedaba del día y la noche. Ya que en Hong kong, es muy difícil conseguir hotel sin reservarlo previamente. En el trayecto de un hotel a otro, perdí mi monedero con 145$ en efectivo, más las tarjetas de crédito, la cédula y demás documentos... La dejé en el carro, cuando busqué monedas para completar el pago del taxi... Inmediatamente llamamos al Mandarín para reportar la pérdida.
Al día siguiente , ya cuando nos mudamos, el portero del hotel. Un indú altísimo, vestido con su turbante blanco y el traje típico de la India, un caftán rojo. Nos dijo, -No se preocupen, el taxista no se ha presentado, pero yo lo conozco, y la cantidad de dinero que usted dice, no es suficiente como para que no vuelva y pierda su trabajo. Aunque el tipo se tardó unos días en regresar, todavía estábamos... Y el portero lo hizo devolverme la cartera... Le regalé 20$ y me besó los pies (¡que asco!) , me sentí malísimo por lo servil y repugnante de su reacción.
Hong Kong, es una ciudad llena de contrastes, entre la parte inglesa hasta Kowloon donde se encuentra la parte comunista y los Nuevos Territorios... El Gran Banco de China y la Gran Tienda de Mao. Todo es GRANDE aquí. En esa tienda, la imagen de Mao se encuentra por todas partes... Me compré un libro rojo editado en español y otro para mi hermano Gilberto, además de muchas cosas baratísimas, que nos vendió el chinito uniformado, todos van vestidos de azul, con sus trajes de cuello Mao, _como nos decía en español. Había estado en Cuba y decía :_MOLOS Y CLISTIANOS... Nosotlos llevamos la foto de MAO EN NUESTLOS BOLSILLOS. ¡ Todos lo venelamos! Y a los que no, se les impone.
Mao es un Dios vivo, que no permite que los pobres sean demasiado pobres y los ricos demasiado ricos. Un empleado medio en Hong Kong, gana, 15 hong kong dollar, la mitad del dollar o sea 7 dólares y cincuenta centavos, una miseria. Según nos cuenta el taxista que nos llevó a los Nuevos Territorios y Kowloon, tienen que pagarse el médico y las escuelas.
Los ingleses al parecer han sido unos explotadores. Y los chinos que no mendigan y se han quedado del lado inglés, viven asinados, fumando opio y toda clase de drogas, que consiguen fácilmente. Según él, los propios policías se las suministran.
Abunda la miseria y la prostitución en el lado de Hong Kong. Es impresionante ver como las niñas, que no sobrepasan los doce años, andan con los viejos de rostros grises y aceitunados por el consumo del opio. Se les forma una aureola morada alrededor del rostro y son grasientos. Estos detalles los veníamos notando en los rostros de los hombres que se pasean por la bahía buscando las prostitutas. Con el chofer del taxi, pudimos conocer esta parte de la ciudad. La parte dura y fea. La gente, a pesar de estar rodeados de prostitución y miseria, son amables y se ríen.
Aunque paseando por el mercado, yo le tomé una foto, a un chino que estaba lanzado en un futton en el piso, fumando su opio, con los ojos cerrados y la droga saliédosele por la boca. Se veía con una trona enorme. Cuando se dio cuenta de que lo había fotografiado, se enfureció y arremetió contra nosotros. Salimos corriendo escaleras abajo. El mercado se encuentra en lo alto de una colina, en la calle del centro. Bajamos rápidamente hasta que Diego, al ver que no podía correr más. Se quedó parado, con el bastón en alto, amenazante. Lo que atemorizó al chino drogo. Y nos dejó tranquilos... ¡Qué susto!.
Apenas pudimos bajar, nos fuímos a la zona donde viven los ingleses. ¡Bellísima!, desde La Colina de la Reina Victoria con su funicular y los campos de cricket alrededor de las avenidas verdecitos, las mansiones entre los cerros, cada una más linda que la otra, hasta Stanford, la playa aristocrática, con sus mercados de sedas y sus restaurantes de lujo. ¡SUPER ELEGANTE! Lo que resalta aún más el contraste entre Kowloon y Hong Kong, divididos por la imponente Bahía...
En el hotel: El Mandarín, el mejor hotel de todo Hong Kong, el lujo es Asiático, las sábanas son de lino, la bañera y los baños con las tuberias de oro 24 kilates, dicen. Las habitaciones con alfombras persas y muebles ingleses, en fin, un lujo apoteósico.
En el restaurant, vimos al actor Rex Harrison, nos lo tropezamos tanto, que me dio pena pedirle un autógrafo... lo saludamos todo el tiempo, que boba soy.
Mañana salímos para Bangkok, un nuevo capítulo en nuestro meteórico viaje. Gilberto me compró el anillo de los tres aros de oro, en la tienda Cartier, por 150$. Una belleza y muy pesado, estoy feliz. Diego le compró a Beatríz el de los siete, el otro modelo. Además, Gilberto se compró el último modelo de las cámaras Nikon, por sólo 100$ con todo y lentes y además un zoom.
Ya tenemos las maletas listas, las que trajimos desde Caracas y el closet de cuero que se compró para llevar sus fluxes. Se los hicieron a la medida en tiempo récord y las camisas de seda y de algodón suizo, con las telas de más de los mil hilos, en fin unas finuras!
Espero que Thailandia nos guste tanto como esta pequeña pero cosmopolita e inolvidable ciudad. Siento que viviría feliz aquí , también en San francisco. Quiero volver.
Continuará...
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