TRAVELS. 9.
VIENA.
Siguen las cartas, para cubrir la memoria con mis pensamientos. Para que vista mi desnudez con palabras, y guarde los zapatos de cocodrilo y la cartera, porque ya no los necesito para llorar...
La sonrisa no se nos quita de la cara. Tampoco el olor de las parchitas, pues se nos impregno la ropa con un concentrado de parchita Frica que traíamos en la maleta y explotó por la cantidad de veces que subió y bajó de los aviones desde Caracas. No llegó a su destino, era un encargo.
Ha sido un viaje felíz. A pesar de que en Viena, nos sentímos como si hubiesemos llegado por un túnel del tiempo a los días de post-guerra.
Fué como llegar a una ciudad laboratorio, QUE TODO LO RESTAURA, MENOS LAS SONRISAS.
Las personas parecen ser robot-citos en pos de una vida mejor, pero que no recuerdan sus sonrisas. No recuerdan la alegría y bailan sus waltzes en el Kurt-Salón de la manera más cursilona que jamás se haya visto. Marionetas japonesas la mayoría, van allí a recordar el esplendor de las Cortes celebrando a Chopin. Burbujas de champagne amenizaron nuestro despertar decadente.
La Opera, no podía faltar y vimos La Flauta Mágica que nos transportó a la bonanza de la época del Imperio con sus brillanteces...
Nos fuímos a conocer sus palacios y luego a la feria, para montarnos en la Rueda y desde lo alto ver la ciudad iluminada. Cosa rara, casi no se ven los niños.
En un Mercedez Benz nuevecito, con un guía brasilero, que nos facilitó las cosas pués hablaba , alemán y hungaro . Tomamos la carretera con sus bosques y los venados atravesandose en el camino, rumbo a Budapest.
Recorrimos la ciudad de Buda a Pest pasando por la Isla de Margarita y toda la parte recidencial que a pesar de su deterioro todavía conserva la monumentalidad y belleza de una gran ciudad. Me gustó.
Merendamos en "Saher", la famosa torta y el té, imaginando que la taza pertenecio seguramente a alguno de los personajes de ese imperio Austro-Hungaro. Me compré una caja de chocolates Mozart.
En Budapest, compramos las almohadas de plumas, comimos goulash, torta de manzana y disfrutamos nuevamente de la risa. A pesar de ser una risa lamentada por la impotencia de no ser libres, libres como los pájaros. Los hungaros tienen recursos y se valen de su sentir para alegrarse el alma.
Hoy hacen una enorme cola enfrente de la tienda Adidas, que la acaban de abrir, la cola le da la vuelta a la manzana... Esperan pacientes su turno para comprarse zapatos de goma y franelas al estilo del mundo capitalísta.
La felicidad la la la laaa es algo instantáneo que esta allí esperando que en un momento dado alguien la recoja y la disfrute a plenitud. Poseer el don de maravillarse. a pesar de estar en estos escenarios de laboratorio donde los niños casi no se ven, y la alegría-triste de estos gitanos con las alas y el corazón partidos, y que no pueden volar... Como nosotros que aun con el corazón en las manos pudimos llegar a lo más alto de la colina, donde se encuentra el monumento a los héroes de la guerra que lucharon por una causa noble y le dejamos allí nuetra plegaria porque algún día ellos tambien alcancen la libertad.
Buda fué Dios y a Pest se unió para dejarle a Hungría una ciudad rica y musicalmente única como es Budapest... Con sus anchas calles y plazas. Sus edificios donde en algunos todavía puede verse los agujeros de las balas, el testimonio de una guerra injusta, que después de medio siglo, sus habitantes llevan el estigma de estar confinados a una lejana libertad que se proyecta en añoranza en sus cantos
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